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![]() El tanque, desnudo | ![]() Rodrigo Acra en acciónwww.facebook.com/rodrigo.acra | ![]() Juan y el ConejoVecinos del barrio que se sumaron a la intervención |
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![]() Luxor en el primer día de pintadawww.facebook.com/soyluxor | ![]() Sofía Viola preparandoséwww.facebook.com/sofia.viola | ![]() Sofi Viola y Acra desde lo altowww.facebook.com/sofia.viola www.facebook.com/rodrigo.acra |
![]() Acra extremowww.facebook.com/rodrigo.acra | ![]() Luxor | ![]() Luxor en la grúa |
![]() Edit - IMG_7002.jpg | ![]() Dream teamwww.facebook.com/sofia.viola www.facebook.com/rodrigo.acra www.facebook.com/soyluxor | ![]() Detalle de Acrawww.facebook.com/rodrigo.acra |
![]() Luxor en el cierre de su pintadawww.facebook.com/soyluxor | ![]() Acra y Luxorwww.facebook.com/rodrigo.acra www.facebook.com/soyluxor |
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Otros significados al tanque
(x Santiago Goicoechea)
Intervención “El Tanque”: dos Murales de dimensiones descomunales, vecinos ayudando a vecinos en el barrio 8 de Marzo. Cambiar el pasado con una metáfora y abrir un nuevo futuro de subjetividades. Lo que sigue, es la crónica del tanque.
Cómo gestionar sin morir en el intento
Producción: la idea, de lo universal a lo particular
Abril. Elegimos a Sofía Viola como cantautora, la captura de la música se haría durante las pintadas, los artistas callejeros serían Luxor -Lucas- (muy presente en la estética actual de la ciudad) y Acra -Rodrigo- (más ligado a la estética del street art con una impronta de formas y colores no figurativa). La pared no sería estrictamente una pared sino un tanque de agua en desuso de 20 metros de alto ubicado en una plazoleta del barrio 8 de Marzo -la asociación vecinal había dado su ok-.
Circulación: la intervención, las manos en la obra
El panorama era más o menos así: Los artistas ponían las pinturas emocionados ante tremendo desafío y nosotros les alquilábamos la grúa. La grúa, la única de la ciudad, costaba el 100% de nuestro presupuesto de la primer cuota del FNA. Sofía había aceptado pero faltaba que nos confirme y no atendía el teléfono. Anto tenía un pie enyesado. El tiempo para pintar el monstruoso cilindro de concreto se duplicaría de 2 a 4 días. Nada es fácil en el mundo de la autogestión.
El primer día, de 7 a 19hs, arranca con “El Conejo” -vecino- cortando el pasto de la plazoleta del tanque, comodín del barrio en tareas vecinales, carismático, colaboró en cuanta tarea estuvo a su alcance, y nosotros, con su aval, contábamos a priori con buena prensa para desempeñarnos en aquel territorio sin ser cuestionados a cada paso. El tipo, sin conocer a García Canclini, parecía entender a la perfección el concepto de espacio público, lugar común de expresión ciudadana del cual es posible apoderarse con construcción colectiva; contrapuesto a los designios y reglas del seno de lo privado.
La mañana y el movimiento de gente deambulando, cámaras, vehículos, atrajo las buenas intenciones de algunos más. Mirtha -vecina- cedió su mesa y sillas del jardín a la producción, también un alargue para abastecernos de corriente. Un señor que vivía solo, se encargó religiosamente de mantener nuestros termos con agua caliente los días que duró el rodaje. Casi nunca debimos pedir algo, los vecinos nos suministraron cada cosa que fuimos necesitando.
Luxor y Acra bocetaron con pintura blanca sus obras, cada uno en su lado del tanque. Lucas eligió el lado que siempre tenía sombra, porque decía que quería darle la espalda al casco urbano, y Rodrigo se quedó con el lado de sol. Para ellos apareció la primera dificultad: el viento. La grúa tijera, una vez en la cúspide, se balanceaba como péndulo, apoyadas sus ruedas sobre el terreno de tierra irregular. Considerando que sólo alcanzaba 13 metros, los pibes debieron alcanzar la cima con extensor -principal tutor de nuestra cámara de registro GoPro-; la tarea era acrobática y de alto riesgo.
“Ahora éste que es el monumento al supositorio, porque otra utilidad no tiene, va pasar a representar el espíritu de participación que tienen todos ustedes…” así los describía textualmente Miguel desde su taxi mientras pasaba a ver la obra, y nos dejaba facturas para la merienda.
Al calor de la hospitalidad del vecindario, pasaban las horas y los días, y los dibujos ganaban color. Comimos el guiso de lentejas de Juan -vecino-, acompañado siempre por su caniche toy que estaba abrigado con un mini chaleco de lana azul y decorado con un pin con la cara de CFK. Hicimos planos desde la carreta de un vendedor de huevos, bailamos tango en plena calle y escuchamos historias formidables. Trabajar así, todos a pulmón y mate, se convertía, sin que lo racionalizáramos del todo, en una tarea de enorme gratificación.
Al tercer día de la intervención, producción mediante, Sofía Viola vino para regalarnos tres canciones para el registro e hizo una ronda de temas para el deleite vecinal. Anto cayó en muletas para hacer las entrevistas. La pintada turquesa de Luxor cobró una entidad potente y las tramas verdosas de Acra dieron cuenta de un árbol de copa frondosa y serpenteantes raíces violáceas. La convocatoria había atraído a personas de otros puntos de la ciudad, admiradores del graffiti, fans de Sofía, familias de paseo, y estudiantes. El ejercicio de la interacción fluyó espontáneo.
Reconocimiento: los nuevos sentidos ¿Por qué no adoptar puntos de vista diferentes?
8 de Marzo es un barrio diseñado y construido en pleno auge neoliberal dos décadas atrás, las torres de agua que debieron pagar los vecinos para ser abastecidos de este servicio significaron un engaño, una estafa que se dio por aludida cuando al poco tiempo, la red de agua de la ciudad se extendió sobre la periferia.
Recordatorio de un Estado que permitió negocios en contra de sus ciudadanos, el tanque, para el sentido común, era más que estéril cemento, vivía amenazante en las conciencias individuales, afirmando valores atomizantes.
Regresamos al barrio dos semanas más tarde de la intervención. Recuerdo a Mirtha sobre sus rodillas armando canteros en la plazoleta, en el medio dos bancos de plaza nuevos -que no eran los clásicos que pone el municipio en las plazas- y un enorme cartel que reunía los nombres de los comercios de la zona (los sponsors del muñeco de fin de año) pintados a mano.
También se me viene a la cabeza otra vecina que se acercó una sola vez durante el proceso y nos increpó: “Por qué no lo pintan de blanco”, nos reclamó. Hicimos esfuerzos para explicarle nuestras intenciones y qué era lo que ante sus ojos, tras el cristal de las ventanas de su cocina, con vista a la torre, acontecía. Pero fue inútil. En ese momento para Susana “limpio, ordenado y productivo” era de color blanco. Nosotros, los colores del vandalismo.
“¿Para qué sirve el arte?” duda Alejandro Jodorowsky en su último libro La danza de la realidad, “si es para entretener gente que teme despertarse, no me interesa. Si es una actividad adoptada por mi ego para ensalzarse, no me interesa. Si actúa como bufón de aquellos que tienen el poder, que envenenan al planeta y hambrean a millones, no me interesa ¿Cuál entonces es la finalidad del arte?” “(…) llegué a la conclusión que si el arte no sana, no es arte” (*).
La comunicación era el nexo, el arte la terapia, y la intervención acto poético. La conjunción podía lograr una mutación en la mentalidad colectiva. De la gestión de una acción positiva como ésta, de trabajo humano, surgió la magia. Agrediendo a la sociedad en sus conceptos fósiles, sin lucro de por medio, se logró el efecto deseado: la resignificación del espacio público, y con esto de las conciencias.
El símbolo, la metáfora, cobra en este sentido un valor real. Lo que allí se encontraba era, entonces, la resignificación de un obsoleto tanque de agua; un elemento constitutivo de la identidad barrial, un espacio nuevo y latente; la posibilidad de transformar la realidad reinterpretándola y de abrirse camino hacía un futuro que se empondera en la unión y la fuerza de los lazos sociales.
(*) Jodorowsky, Alejandro. La danza de la realidad. Editorial Siruela. 2001.